La dehidroepiandrosterona (DHEA) es un intermediario metabólico en la biosíntesis de estrógenos y andrógenos con un pasado envuelto en controversias y afirmaciones atrevidas.
En su día se promocionó como un medicamento milagroso, una fuente de juventud que podía curar todas las dolencias. Sin embargo, en la década de 1980 la FDA prohibió la DHEA por falta de datos documentados sobre sus beneficios para la salud y su uso a largo plazo. La DHEA resurgió en 1994, cuando se autorizó su comercialización como suplemento nutricional en virtud de la Ley de Salud y Seguridad de los Suplementos Dietéticos.
Desde entonces, se han llevado a cabo investigaciones alentadoras sobre la hormona, incluidos ensayos controlados aleatorizados y metaanálisis posteriores sobre diversas afecciones que pueden beneficiarse de la DHEA. La salud ósea ha sido de especial interés, ya que se sabe que muchos de los metabolitos de la DHEA intervienen en la homeostasis ósea, concretamente el estrógeno y la testosterona. Los estudios demuestran una asociación significativa entre la DHEA y el aumento de la densidad mineral ósea, probablemente debido a la capacidad de la DHEA para aumentar la actividad de los osteoblastos y la expresión del factor de crecimiento 1 similar a la insulina (IGF-1). Curiosamente, también se sabe que el IGF-1 mejora la curación de fracturas, aunque la DHEA, un potente estimulador del IGF-1, nunca se ha probado en este escenario.
El objetivo de esta revisión es discutir la historia y los mecanismos de la DHEA en su relación con el sistema esquelético, y evaluar si la DHEA tiene algún papel en el tratamiento de las fracturas.